
Aunque sé que es posible que tu figura se adormezca esperando mi inexacto llanto, mantengo la voz como clave. Sin rozar el punto muerto, la abominable oscuridad que responde a mi garganta, pero que no disuade a mi forajido silencio.
Aunque me sé presa del múltiple engaño vacío gota a gota mi cuerpo de savia y te lo ofrezco en cáliz de alabastro, ebrio ya de mi o de la sinrazón de la piel que calzo, y así demoro la culpa de ambos por haber nacido después de haber ya muerto.
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