A veces pasa
que
al mismo tiempo
que el recuerdo moribundo
de las ciudades te destapa
y muere el incauto valor propuesto,
que has desechado
y cubierto de flores,
la literatura se reaviva,
cobra forma,
se hace de agua y,
ahora sí,
es cuando
finalmente
entiendes,
que tu madre es un pez.
Te he visto en otro blog y me he decidido a entrar. Creo que he hecho bien.
ResponderEliminarSeguiré buceando. Yo soy pez bobo.
Besos.