y abre un bosque en el claro
a modo de saludo.
Deniega el pan cuando no es sacro
y se pega al paladar de la sed
como ventosas de ranas.
No
consiente errar en el hambre profana,
se calza con estrías los pies latientes
en su camino por cadáveres puntiagudos;
de sueños de Kandinsky.
Los mundos que están vedados
se nutren del encanto del oxígeno
para los pulmones de humo;
baterías de vapor aterciopelado
es vello que tirita.
En mi paso hipotético
Se congela el búcaro de verano.
En mi estancia breve
Crecen mazorcas de los rosales.
Daré de
comer a los vientres
con sus granos efímeros
como una visión misericordiosa
del Dios que no nos amó.
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