20120727

Las palabras y el cine

Stanley Kubrick


La novela ideal para hacer una película sería, a mi modo de ver, no una novela de acción sino, al contrario, una que se ocupara esencialmente de la vida interior de sus personajes. Eso aportaría al adaptador una orientación perfecta, por así decirlo, de lo que un personaje está pensando o sintiendo en un momento dado de la historia. Y a partir de ahí podría inventar una acción con un objetivo correlativo al contenido psicológico del libro y dramatizarlo fielmente de un modo implícito y discreto, sin recurrir a que los actores pronuncien enunciados de significación literales.


Creo que para que una película o una obra de teatro diga algo realmente sincero de la vida, ha de hacerlo de una forma sumamente oblicua, evitando cualquier conclusión estereotipada e ideas pulcramente atadas. El punto de vista que transmite debe estar completamente emparentado con una imagen de la vida tal cual es, y debe introducirse como una inyección sutil en la conciencia del espectador. Las ideas válidas y sinceras son tan poliédricas que no caen en un asalto frontal. Tienen que ser descubiertas por el espectador, y la emoción que encuentran en este descubrimiento da su máximo poder a las ideas. Utilizas la emoción de sorpresa y  de descubrimiento del espectador para reafirmar tus ideas, más que para reforzar las suyas artificialmente mediante episodios argumentales o un drama o dinámicas de escena falsas que le añadan potencia.


A veces se dice que una gran novela es una base menos prometedora para una película que otra que sea sencillamente buena. No creo que adaptar grandes novelas presente un problema especial más allá del que pueda suponer hacerlo de una novela buena o mediocre, excepto que recibirás muchas más críticas si la película es mala, e incluso quizás si es buena. Creo que casi cualquier novela puede tener una adaptación exitosa, siempre que su integridad estética no se pierda dentro de su extensión. Por ejemplo, el tipo de novela en que es imprescindible una gran cantidad y variedad de acción para la historia, haciendo que pierda muchos puntos cuando eliminas un número considerable de escenas en su desarrollo. La gente me ha preguntado cómo es posible hacer una película de Lolita cuando gran parte de la calidad del libro depende del estilo de la prosa de Nabokov. Pero entender el estilo de la prosa como algo más que simplemente una parte de un gran libro es malinterpretar lo que es un gran libro. Evidentemente, la claridad de la escritura es uno de los elementos que hace grande a una novela, pero esta calidad es un resultado de la calidad de la obsesión del escritor por su tema, igual que el concepto, la visión de la vida y el entendimiento del personaje. El estilo es lo que utiliza un artista para fascinar al que lo contempla, transmitiéndole sus sentimientos, emociones e ideas. Estos son los que tienen que ser dramatizados, no aquel. La dramatización tiene que encontrar un estilo propio, como hará si de verdad se entiende el contenido. Y haciendo esto se hará visible otra cara de la estructura que existe en la novela. Puede que sea o no tan buena como la novela, a veces puede ser incluso mejor en algunos sentidos.

Por extraño que parezca, la actuación tiene cierta relación con todo esto en la película. En su punto álgido, el drama realista consiste en una progresión de estados y emociones que actúan sobre los del espectador y transforma el significado del autor en una experiencia emocional. Esto significa que el autor no debe creer en el papel, la tinta y las palabras como sus herramientas de escritura, sino que trabaja más bien con la carne y el sentimiento. Y en este sentido creo que muy pocos escritores parecen entender qué puede comunicar un actor emocionalmente y qué no. A menudo, en un momento dado, el escritor espera que una mirada queda comunique lo que podría explicar sólo un jeroglífico, y en otro momento al actor se le da un largo discurso para transmitir algo que parece bastante evidente en esa situación y para lo que una breve mirada sería suficiente. Los escritores tienden demasiado a tratar la creación del drama en cuestión de palabras, y no se dan cuenta de que la mayor fuerza que tienen es la sensación y el sentimiento que pueden producir en la audiencia a través del actor. Tienden a ver al actor con malos ojos, como alguien que probablemente arruinará lo que ellos han escrito más que como lo que de veras es, su médium en todos los sentidos.

Uno puede preguntarse como resultado de esto si dirigir no es algo parecido a la continuación de lo escrito. Yo considero que eso es exactamente lo que debería ser dirigir. De esto se sigue que un escritor-director es el instrumento dramático perfecto, y creo que los pocos ejemplos que tenemos en que estas dos técnicas peculiares se han dominado con maestría por un hombre han producido las obras más sólidas y excelentes.

Cuando el director no es su propio autor, creo que es su deber ser cien por cien fiel al significado que el autor quería imprimir y no sacrificar nada a favor del ambiente o el efecto. Esto parece una noción bastante obvia, pero ¿cuántas obras y películas has visto en que se ofrecía una sensación emocionante y fascinadora pero cuando se acababa te daba la impresión de que había menos en ella de lo que el ojo había captado? Y eso se suele deber a una estimulación artificial de los sentidos a través de técnicas que descuidan el diseño interior de la obra. Es aquí donde vemos el culto del director en el peor de los casos.

Por otro lado, no quiero dar a entender rigidez. No hay nada en hacer películas que de mayor satisfacción que la participación en el proceso de permitir que la obra crezca sobre la marcha a través de la colaboración vital entre el guión, el director y los actores. Cualquier forma artística practicada correctamente implica un ir y venir de  concepto y ejecución, la intención original se modifica constantemente mientras uno intenta imprimirle una realización objetiva. Al pintar un cuadro, se da entre el artista y el lienzo; al hacer una película, se da entre las personas.



20120726

El fallo





Ce qui est irresolu peut retrouver son effervescence, devenir résoluble ? Est-ce que c'est possible de créer le méthode-ressort, capable d'être garante d'une exactitude méchanique qui est finalement plutôt corruptible ?

20120716

Ministros de la Luna III


[Habana]
20 de octubre de 1945

Mi muy querido amigo:

¡Qué oportuna la llegada de tu encantadora carta! Acabo de darme un magnífico baño (son las 12.40 de la mañana, el cielo brillante está teñido de azur y hay una sutil brisa que quizás augure un gran huracán o una hermosa tarde de juego de pelota. Sí, voy a ese tipo de cosas: hoy el Almendares juega contra la Habana en el partido inaugural. Oh, es estúpido pero la gente que va a estos temas, a un partido de béisbol, me parecen entretenidos y de charla mucho más interesante que la mayoría de los supuestos inteligentes, evidentemente no hablo de gente realmente lúcida como Lezama o Mariano) y este baño ha sido el primero después de cuatro días con un ataque agudo de sinusitis que me tiene abatido. Por esa razón he dejado Villa Olga. No tenía a nadie que cuidara del pobre Pepe allí. Pompilio es muy indiferente a estos asuntos y Lucera, bueno, ella pone caras graciosas y continúa mascando meditabunda sus hojas de hierba. Me encantó leer el pequeño discurso sobre mis animales (no son merecedores de tan elegante atención) y estuve totalmente de acuerdo con tu opinión sobre el hombre ignorante. Digo “de acuerdo” porque tengo muchos de esos hombres ignorantes como amigos y he sido cruelmente criticado por algunos de mis colegas literatos, que lo consideran una pérdida de tiempo y una contaminación. “Piensa en tu español y tus modales[1] me dicen. A veces me acusan de tener el virus democrático y citan a Baudelaire para apoyar sus tesis estúpidas. Por supuesto, todos esos tipos son los que tanto se aburren la mayor parte del tiempo, y vienen a Villa Olga para entretenerse a sí mismos, o a sus almas. Les sorprende que esté satisfecho, ocupado e incluso un poco más gordo. Todos se van, sin embargo, porque la ciudad tiene demasiadas distracciones superficiales para ese tipo de gente.
Estoy de acuerdo contigo, viejo astuto (¿cuántos años tienes, por cierto? Espero que lo de “viejo” no te moleste) en que no pienso tanto como debiera. Pero recuerda que pensar es un proceso dificultoso y he estado mucho más tiempo mirando a Pompilio mientras comía su avena o simplemente charlando con Evaristo, un guajiro rubio que viene a traerme la compra. Intentaré pensar con más intensidad y precisión, como me recomiendas.
He visto un artículo, muy pobre por cierto, de tu estilo de poesía en el último Sewanee. No sabría explicar con mucha facilidad tu poesía, pero me gusta mucho y la leo bastante a menudo. En ese Sewanee venía el poema Phi Beta Kappa que ya había leído (fragmentos) en el Harvard Bulletin. Últimamente sólo he estado leyendo poesía española de los siglos XVI y XVII, que es maravillosa y me basta para unos meses, junto a nuestros ejercicios diarios de pensamiento gimnástico.
Mi ensayo sobre Scott Fitzgerald se está apolillando en el fondo de un cajón. Lo escribí con las mejores intenciones, pero me aburre tanto y hay tantas cosas más interesantes que leer y hacer… Estoy empezando a ver la lectura como un círculo cerrado que sólo los poetas y escritores más excelentes pueden frecuentar. Por ejemplo, descubro que no sabía nada de teatro francés: Racine, Molière y Corneille eran figuras desconocidas para mí aunque ya hubiera hecho el gesto de examinar algunas de sus piezas cuando aprendía francés. Por tanto, debo pasar algún tiempo en su maravilloso mundo, sobretodo el de Molière.
Acabaré reiterando mi invitación a que eches la llave a los Seguros y hagas un viaje a la Habana este invierno. Si decides hacerlo, házmelo saber con tiempo. En caso contrario podría estar en N.Y. estas Navidades viendo a mi hermana.

Un abrazo afectuoso,

Jose.



[1] Literalmente en el original.




Ministros de la Luna II


[Hartford, Connecticut]
17 de octubre de 1945

Querido caribeño:

No he podido escribirte en parte debido a la enfermedad de mi taquígrafo, pero las noticias de Pompilio son especialmente llamativas. De hecho, he pasado un rato pensando en la vida en Villa Olga: el joven hombre de letras enfrentándose al Negro, por no hablar de Lucera, la encarnación del principio masculino. Posiblemente el Negro y Pompilio sean intercambiables. La verdad es que he estado pensando un poco en la posición del hombre ignorante a la que, por conveniencia, llamamos sociedad y lo he hecho desde este punto de vista: que le hemos dado demasiada importancia a todo en el mundo y que quizás el único hombre realmente feliz, o el único hombre con algún margen amplio de felicidad posible, es el ignorante. La elaboración de las ideas más banales como, por ejemplo, la de Dios, ha sido sumamente destructiva para estas ideas. Pero el ignorante no tiene ideas. Su problema es que aún tiene sentimientos. Pompilio ni siquiera los tiene. Pompilio es el realista vacuo que sólo ve lo que puede verse sin sentimientos, sin imaginación, pero con grandes ojos que no necesitan espectáculo alguno.
Tu grupo de Villa Olga me absorbe. Me cuentas de ti que has leído y escrito, y cuidado de tu jardín.  Te gusta escribir a gente lejana sobre cosas tan irreales como los libros. Es un caso común. Conozco a un hombre en Ceylon con quien he mantenido correspondencia durante unos años. Es inglés, un hombre de Oxford y abogado, creo, pero en realidad se gana la vida y la de su familia cultivando cocos en un lugar llamado Lunawila, en una provincia, o distrito o como se llame de Kirimetyana. Desde las hondonadas de su distanciación con todo extrae, porque necesita hacerlo, de la poesía y sus lecturas por lo general mucho más de lo que tú y yo extraemos de las cosas que poseemos en tanta abundancia, o que podríamos poseer porque están al alcance de nuestras manos.
No sé por qué no me preocupo mucho de Lucera. La imagino entre los arbustos por la noche mirando tu lámpara, a cierta distancia, y preguntándose qué demonios estás haciendo. De estar en tu lugar, ella estaría comiendo. Sin duda se pregunta si comes palabras. Pero me enorgullece muchísimo conocer ahora a Pompilio, que no tiene que despojarse de nada para ver las cosas tal y como son. Dale por favor un ramo de zanahorias de mi parte. Esto es mucho más serio de lo que podrías pensar al leer por primera vez la carta. Aquí tenemos un limpiabotas, es decir, un hombre que viene muchas veces a la semana. Habla a menudo de sí mismo y de su juventud. Entonces, era pastor en Italia. Utiliza figuras discursivas como esta: Estaba cansado y me tendía debajo de un árbol como un perro. No he exagerado en absoluto. Apenas es una figura discursiva. Se parece mucho a ti mismo, sentado debajo de un árbol en Villa Olga y dándote cuenta de que el mundo es como lo ve Pompilio, excepto para ti, o que el mundo es como lo ve el Negro, porque probablemente lo vea exactamente igual que Pompilio. Pero Lucera lo hace de una forma especial, con la gentileza y la ternura visibles en su rostro.
Todo esto me ha dejado muy poco espacio para hablar de las cosas que has estado leyendo. Creo, por tanto, que no hablaré de ellas en absoluto y que en lugar de eso voy a intentar plantearte una pregunta sobre el valor de la lectura. La verdad es que el deseo de leer es insaciable, y debes hacerlo. Sin embargo, también has de pensar. El aislamiento intelectual pierde valor bajo la compañía de los libros. Creo que te mandé hace tiempo una cita de Henry James sobre la vida en el mundo de la creación. Un mundo de creación es una de esas áreas, y sólo una, del mundo del pensamiento y no existe pasión comparable a la de pensar, que se fortalece al tiempo que uno lo hace, aunque nunca se piense en nada de particular interés para otra persona. Pasar así una hora o dos al día, incluso aunque al principio estés desconcertado por la confusión y la falta de rumbo de tus pensamientos.
Anoche saqué la segunda acuarela de Mariano de la caja donde guardo ese tipo de cosas y la coloqué en un marco. Es un dibujo de una mujer sentada en un fauteuil aún descalza. Tiene un color y unas maneras curiosas y fáciles de reconocer como cubanas. No lo he colgado antes, a diferencia del boceto de las piñas que coloqué de una vez por todas, porque quería buscarle un marco especial, pero he estado tan poco en Nueva York que pensé que podía hacerlo yo mismo, como finalmente he hecho. Intentaré ir a la exposición de Mariano.
Hay una nota sobre Scott Fitzgerald en el Partisan del señor [Andrews] Wanning este mes. Está muy bien hecha. Es curioso que Fizgerald estuviera interesado en tanta gente simplemente porque tenían dinero y vivían lujosamente. El hombre más rico que conozco parece no ser nunca consciente de que le resulta repugnante no tener dinero y vivir en la opulencia. Sin embargo, cuando era joven fue a Europa a estudiar música y comenzó a vivir en Francia, donde aún sigue, y allí, más que en ningún otro sitio, la actitud de uno hacia el dinero y el lujo, mientras existe, se intensifica gracias a muchas otras cosas que no se encuentran aquí.
No se te olvidará echarle un vistazo a Pompilio con mi perspectiva. No hagas ningún dibujo de él para mí. Ni me hables del maravilloso tiempo de tus provincias orientales. Dale un ramo de zanahorias e insúltale de una forma decente, sólo para demostrar tu interés en la realidad.

Siempre tuyo,
Wallace Stevens


Ministros de la Luna I


9 de octubre de 1945
En Villa Olga

Querido Wallace Stevens:

Te ruego disculpas por este largo silencio. No sabes cuánto significan nuestras conversaciones para tu salvaje caribeño. Pero mi madre ha caído enferma y he tenido que internarla en un sanatorio. Ver el proceso de desintegración de su mente ha sido desolador para mí y, aunque su enfermedad ha ido creciendo desde sus dieciocho años, uno nunca se acostumbra. Creo que estará allí durante tres o cuatro meses, porque esta vez la crisis ha sido menos grave que en otras ocasiones. Todo esto me ha mantenido silencioso y melancólico durante mucho tiempo, pero ahora me siento mejor. Mañana saco a prensa la publicación de otoño de Orígenes.

Tus poemas aparecerán en la publicación de invierno. Los ha traducido un amigo nuestro, Rodríguez Feliú. ¿Qué andas haciendo ahora? ¿Has publicado últimamente más poemas? ¿Estás preparando alguna obra en verso nueva? Yo he estado releyendo las Elegías de Duino de Rilke, que me agradan mucho. Los Sonetos a Orfeo son los próximos en mi lista. También he terminado un libro maravilloso, Ideas para una concepción biológica del mundo del Barón Jakob von Uexkull. En él, este gran biólogo llega a la conclusión de que el origen de la vida no puede explicarse con motivos materiales, refutando a Dawin, y que Platón estaba más cerca de la verdad cuando concebía los arquetipos como la fuente de todas las ideas y los seres. Curioso, ¿eh? También he leído L’annonce faite à Marie de Claudel y Notre Jeunesse, de Peguy. Este último es un análisis excepcional de nuestra situación actual. No me sorprendería que De Gaulle tuviera este jugoso volumen al lado de la cama. Debería.

Ahora mismo estoy viviendo en mi pequeña casa de campo, Villa Olga, cerca de la Habana. Estoy solo y mi única compañía es el cocinero Negro que nunca dice una palabra. Estoy escribiendo y leyendo mucho. Me ocupo de mi jardín y alimento a los pollos mientras el Negro cuida de mi hermosa vaca negra y blanca, Lucera, y la mula, Pompilio. Fui a la ciudad la pasada noche a escuchar a Brailowsky dando un maravilloso recital de Chopin. Es prodigiosa su forma de tocar Chopin. Fue toda una revelación escuchar la interpretación del maestro polaco. ¿Has visto esa horrible película, Canción inolvidable? ¿Has buscado a Sceve? Creo que escribí mal el nombre en la última carta que te mandé. También he leído el ensayo de Verlaine sobre Stendhal. ¿Has leído el Rimbaud de J. Rivière? Me pareció algo tonto, su explicación de Rimbaud llamándole ángel perdido en este mundo malvado y confuso en el que no estaba predestinado a prosperar es un poco infantil. Sin embargo, hay pasajes de gran interés ¿Pero por qué escribir tal sinsentido? A partir de ahora, detesto todas las exégesis de poemas: las cartas de Rimbaud son realmente sorprendentes, especialmente aquella en la que lanza la idea del poeta como un profeta que debe convertirse en intermediario mediante un esfuerzo largo y razonable y así desintegrar sus sentidos hasta llegar a lo Desconocido. Hablando del carácter angelical de Rimbaud, me acuerdo ahora de la astuta observación de Valéry: “¿Qué harían los hombres de inteligencia e ingenio con ellos mismos si no hubiera pecado original?” Pero, entonces, esa vida es necesaria, ya que todo lo que vivimos y llegamos a saber y sufrir queda como una posible fuente de sabiduría o de amor por los demás. Por eso creo que no debería rechazar nunca ni siquiera las grandes mentiras de la historia. También pueden ser útiles para tejer el patrón de la oscuridad. He aquí un caso ilustrativo: Rilke. Tanto esfuerzo por esconder cosas y acaba alcanzando el éxito únicamente por hacer ese esfuerzo. Cuando realmente encripta cosas, sus poemas fallan. Por eso uno se encuentra con ratos fastidiosos al leerle. No puedo evitar pensar que se repetía demasiado a sí mismo. Su paradoja puede resumirse en estas simples palabras de Proust: "On ne peut etre fidele qu'a ce dont on se souviant, on ne peut se souvenir que de es qu'on a connu"[1] (en una carta a Madame Scheikevitch).

Espero que, si las cosas no empeoran por aquí, pase las Navidades en Nueva York. Voy a estar con mi hermana pequeña, Olga, en N.Y. Espero verte entonces. Por cierto, Mariano, el pintor, está ahora en Nueva York. Va a exponer en la Feigl Gallery en noviembre, con dirección Feigl Gallery Madison 60I en el 57. Estoy seguro de que le gustaría verte allí, si puedes. ¿Has visto El ángel en el bosque, de Marguerite Young? Me parece bastante entretenida.

Debo terminar ya porque acaba de llegar el tendero y ese hombre habla interminablemente. De otra forma esta carta no tendría final. De todas formas, no tiene final el placer que encuentro en leer tus maravillosos mensajes desde Hartford y sabes que mi admiración y afecto crecen en “ausencia”[2] cada día.

Mis mejores y más cordiales saludos,
Pepe.



[1] Literalmente en el original. “A lo único a lo que se puede ser fiel es a aquello que recordamos, lo único que puede recordarse es aquello que conocemos.”
[2] Literalmente en el original