[Habana]
20 de octubre de 1945
Mi muy querido amigo:
¡Qué oportuna la llegada de tu
encantadora carta! Acabo de darme un magnífico baño (son las 12.40 de la
mañana, el cielo brillante está teñido de azur y hay una sutil brisa que quizás
augure un gran huracán o una hermosa tarde de juego de pelota. Sí, voy a ese tipo
de cosas: hoy el Almendares juega contra la Habana en el partido inaugural. Oh, es estúpido
pero la gente que va a estos temas, a un partido de béisbol, me parecen
entretenidos y de charla mucho más interesante que la mayoría de los supuestos inteligentes,
evidentemente no hablo de gente realmente lúcida como Lezama o Mariano) y este
baño ha sido el primero después de cuatro días con un ataque agudo de sinusitis
que me tiene abatido. Por esa razón he dejado Villa Olga. No tenía a nadie que
cuidara del pobre Pepe allí. Pompilio es muy indiferente a estos asuntos y
Lucera, bueno, ella pone caras graciosas y continúa mascando meditabunda sus
hojas de hierba. Me encantó leer el pequeño discurso sobre mis animales (no son
merecedores de tan elegante atención) y estuve totalmente de acuerdo con tu
opinión sobre el hombre ignorante. Digo “de acuerdo” porque tengo muchos de
esos hombres ignorantes como amigos y he sido cruelmente criticado por algunos
de mis colegas literatos, que lo consideran una pérdida de tiempo y una
contaminación. “Piensa en tu español y tus modales”[1] me
dicen. A veces me acusan de tener el virus democrático y citan a Baudelaire
para apoyar sus tesis estúpidas. Por supuesto, todos esos tipos son los que tanto
se aburren la mayor parte del tiempo, y vienen a Villa Olga para entretenerse a
sí mismos, o a sus almas. Les sorprende que esté satisfecho, ocupado e incluso
un poco más gordo. Todos se van, sin embargo, porque la ciudad tiene demasiadas
distracciones superficiales para ese tipo de gente.
Estoy de acuerdo contigo, viejo
astuto (¿cuántos años tienes, por cierto? Espero que lo de “viejo” no te
moleste) en que no pienso tanto como debiera. Pero recuerda que pensar es un
proceso dificultoso y he estado mucho más tiempo mirando a Pompilio mientras
comía su avena o simplemente charlando con Evaristo, un guajiro rubio que viene
a traerme la compra. Intentaré pensar con más intensidad y precisión, como me
recomiendas.
He visto un artículo, muy pobre
por cierto, de tu estilo de poesía en
el último Sewanee. No sabría explicar
con mucha facilidad tu poesía, pero me gusta mucho y la leo bastante a menudo. En
ese Sewanee venía el poema Phi Beta Kappa que ya había leído
(fragmentos) en el Harvard Bulletin. Últimamente
sólo he estado leyendo poesía española de los siglos XVI y XVII, que es
maravillosa y me basta para unos meses, junto a nuestros ejercicios diarios de
pensamiento gimnástico.
Mi ensayo sobre Scott Fitzgerald
se está apolillando en el fondo de un cajón. Lo escribí con las mejores
intenciones, pero me aburre tanto y hay tantas cosas más interesantes que leer
y hacer… Estoy empezando a ver la lectura como un círculo cerrado que sólo los
poetas y escritores más excelentes pueden frecuentar. Por ejemplo, descubro que
no sabía nada de teatro francés: Racine, Molière y Corneille eran figuras
desconocidas para mí aunque ya hubiera hecho el gesto de examinar algunas de
sus piezas cuando aprendía francés. Por tanto, debo pasar algún tiempo en su maravilloso
mundo, sobretodo el de Molière.
Acabaré reiterando mi invitación
a que eches la llave a los Seguros y hagas un viaje a la Habana este invierno. Si
decides hacerlo, házmelo saber con tiempo. En caso contrario podría estar en N.Y.
estas Navidades viendo a mi hermana.
Un abrazo afectuoso,
Jose.
No hay comentarios:
Publicar un comentario